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martes, 8 de noviembre de 2011

Y de como comenzó ese "algo"...


Llegó ese tiempo en el que ni es primavera  ni es verano y aunque te pasas el día desabrigado más
te vale llevar una chaquetita al anochecer. Era un fin de semana de esos que vas a casa de tus padres, aun sabiendo que no habrá nadie, a disfrutar de un fin de semana tranquilo y descansar. Recuerdo que esa noche me llamó mi amigo Christian para quedar, andaba un poco preocupado porque había discutido con su chica y quería desconectar, quedamos los tres, él, otro amigo, Mario, por el que -para que nos vamos a engañar- me sentía bastante atraída y yo. Estuvimos tomando unas copas en el mismo bar que cada fin de semana, no recuerdo que hubiera demasiada gente, tampoco me
preocupaba lo que se encontrara a mi alrededor, la conversación estaba interesante. A eso de las tres el bar se disponía a cerrar y decidimos irnos con la fiesta a otra parte, así que compramos una botella de whisky y bajamos a unos merenderos de las afueras del pueblo a seguir con nuestra conversación.

La música de fondo era al menos de cuando comenzábamos a mocearnos, de esas canciones que todos conocemos y que tan entrañables recuerdos nos traen, andábamos recapitulando, contando historias del pasado, riendo. Comenzaba a notar el efecto de las copas, bailábamos, los tres. Comenzamos a intercambiar miradas, a bailar más descaradamente y creo que la cosa comenzó a notarse, Christian comenzó a decir que estaba cansado y me ofrecí para llevarle a casa, esa noche sólo yo había sacado el coche.

Obviamente Mario y yo no nos íbamos a quedar solos. Éramos de estos amigos que se lo cuentan todo pero de vez en cuando me sentía incómoda en su presencia, moreno, de ojos negros, cuerpo de infarto y sonrisa de niño... Me dijo de parar a fumar cigarrillo antes de dejarle en casa, ya amanecía, y entre conversaciones banales me besó, sin venir a cuento, quizá los dos lo deseáramos pero yo no lo esperaba. Fue un beso tímido a la vez que decidido. Me aparté por un instante.

-Somos amigos...- no sabía que otra cosa decir.

Se hizo el silencio, nos miramos, di otra calada del cigarrillo, le apagué y volvimos a besarnos. Esta vez nuestros labios se buscaron como si se necesitaran, su mano izquierda sujetó firmemente mi nuca y con la derecha me rodeó, no podía moverme, tampoco quería hacerlo, sentía como mis mejillas ardían. Pero el beso tuvo que terminar, se quedó mirándome con su cabeza ligeramente inclinada y su frente apoyada en la mía.

-Somos amigos... -repetí, no encontraba otras palabras para ese momento.

-Lo sé, pero... ¿que problema hay?- realmente sobraban las palabras.

-Tengo miedo de que mañana podamos arrepentirnos de esto.

-No lo vamos a hacer. -el sol ya estaba en lo alto del cielo, y el pueblo comenzaba a despertar, a lo lejos un hombre con su burro se dirigía al huerto a trabajar, y nosotros, en medio de todo, con desgana, comenzamos a separar nuestros cuerpos y a sentir la primera brisa de la mañana mientras cada uno ponía rumbo a su casa.

Pero esa amistad ya sólo volvió a ser igual a ratos, aunque esa ya sea otra historia.

1 comentario:

  1. La verdad es que es un recuerdo muy bonito...y lo has descrito genial...me ha encantado
    Por cierto soy Ulises,por fin logré encontrarte.

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