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martes, 13 de abril de 2010

Un día más

El atardecer se cierne sobre la ciudad mientras la congoja se apodera por momentos de su corazón. Ya queda menos para el alba, dice para sí mientras echa el último vistazo por el tragaluz. Continúa su lectura como si fuera lo único importante en el mundo, cuando hay un libro de por medio no importa nada ni nadie, está dentro de la historia, el resto del universo no tiene cabida ahí. Cuando levanta la vista de él ya a anochecido. La cenicienta ciudad reposa aguardando el nuevo día y la luz de la luna a penas visible en ella entra por el ventanuco de la guardilla. Se encuentra en una habitación, en una guardilla, pero es mucho más que eso, es su cuarto, su santuario, donde los problemas no son tan grandes y las largas noches se hacen más cortas, aunque para ella estas siempre son cortas. En un descuido se queda dormida pese a sus intentos de seguir la velada, como si el no cerrar los ojos evitara la llegada de la mañana, pero estos siempre se cierran y ella llega.
Suena el despertador, no puede ser, se dice para sí. Comienza la rutina. Se levanta, lo apaga, se ducha, se viste, desayuna y sale a la puerta. Queda una larga caminata hasta el instituto, pero eso no importa, prefiere andar que coger el autobús, el tibio aire de una mañana de primavera la ayuda a despejarse. Otro día más en el infierno, repite su mente.
Sus piernas se resisten a andar pero sabe que no puede dejarlo, necesita continuar, tiene que ir. Sopesa los pros y los contras de esta decisión, pero son demasiados contras los que tiene en el caso de no asistir a sus clases matinales, "Mamá se enteraría, no hay necesidad...", "Papá no lo entendería, tengo que caminar...", son algunos de los pensamientos que circulan por su mente mientras la responsabilidad la obliga a llegar y entrar. Comienza la pesadilla.

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